miércoles, 18 de noviembre de 2009

Dónde está Pakistán o el rol del orientador

Hace unos años, impartiendo un curso sobre tutorías en la Escuela de Verano de Acción Educativa, un profesor me explicó que los orientadores en los centros teníamos el sobrenombre de los “paquistaníes”. El juego de palabras era sencillo, la cuestión que iba de boca en boca era ¿Pa’ quí stán Los orientadores en los centros?.
Es una pregunta interesante y seguro que sugiere múltiples respuestas. Ya se ha dicho que nuestro trabajo en los centros está condenado a morir de éxito. Recomiendo el trabajo de Félix Loizaga (REOP, 2005) sobre la sobreasignación de tareas a los orientadores en los centros ¿irónicamente? Hablaba de nuestro riesgo de morir asfixiados por la eficiencia. Por otro lado alguno de nuestros venerados maestros afirmaba que el trabajo en psicopedagogía es como el de una sofisticada tarta compuesta de capas de diversos productos con texturas e ingredientes distintos, tenemos que (y tememos) preguntarnos qué pasa con esa construcción tan sofisticada cuando no se cumplen las condiciones ambientales para mantenerla. Pensemos en lo que ocurre cuando no se cumplen las condiciones ambientales: que todo se derrite y se mezcla sin criterio ni utilidad. El riesgo de pasar de la Tarta Sacher al batido informe.
Hace un par de años, el profesor Juan Manuel Escudero planteaba en unas jornadas de la Universidad Complutense para Orientadores que nuestro trabajo estaba ligado al papel de “amigos críticos” de la dirección de los centros. Es una propuesta tan valiosa como complicada, porque cabe preguntarse para qué quieren los equipos directivos amigos críticos como nosotros. Bien al contrario, parecería que es fácil imaginar (reconstruir o recordar) situaciones de competencia y rivalidad institucional de difícil manejo cuando saber y poder entran en conflicto. Pensemos si no en cuantas ocasiones las tomas de decisiones organizativas y didácticas se realizan confundiendo autoridad y competencia. Y es que una cosa es quien manda y otra quién sabe. Esto no está muy claro en ocasiones en los centros, donde con frecuencia se da por supuesto que quien está “arriba” tiene que saber más (por viejo, por diablo, por fraile, por hábito…) que los de “abajo”.
Y esto nos lleva a lo político en la escuela. ¿Tiene sentido abrir ese debate en el siglo XXI, donde todo quedaría reducido a la caída del Muro de Berlín?, y Eric Hobsbawm (1995: Historia del siglo XX, Editorial Crítica) sigue mirándonos, con sus ojos interesados e inquietantes. Con este nuevo siglo las respuestas pedagógicas no han decaído. Un solo ejemplo: Ainscow. El modelo inclusivo habla de los muros de la escuela y además operativiza formas de pensar la respuesta educativa: La exclusión del aprendizaje y la participación se convierten en esos márgenes donde pensar reproducir o transformar en lo escolar. También donde pensarnos como orientadores asumiendo decisiones compartidas en el día a día de los centros.
La respuesta por parte de los que hacemos psicopedagogía no es fácil: etiquetamos, clasificamos, emitimos juicios técnicos que en ocasiones tienen repercusiones en la vida de las personas, de los niños, las niñas, los adolescentes y sus familias. Compartimos análisis con otros profesionales de la educación, colaboramos con los servicios de salud y otros técnicos de la comunidad.
Esta mañana trabajaba en Medidas de Atención Educativa –esa asignatura imposible pensada para poder dar religión en la escuela- sobre el contenido de una película, Solo un beso (Ken Loach, 2004). Me costó encontrar el punto productivo al enunciado y creo que lo conseguí delante de chicos seguros de sus valores religiosos y de chicas empañoladas. Plantee un principio ético discutible y para mí defendible: pensar antes a las personas que a las comunidades, respetar más a los individuos que a los grupos, defendí que los derechos humanos son de personas antes que de comunidades o instituciones… Y una historia que podría circunscribirse a las contradicciones de la cultura árabe en los países occidentales en el aula se convirtió en un recurso para el pensamiento de alumnos americanos, nacidos en el sur de Madrid, africanos…
Para pensar en el trabajo en orientación me quedo con una definición de mi admirado Funes (Funes, J., 2007: Trabajar en y con la comunidad, en Bonals y Sánchez Cano: Manual de asesoramiento psicopedagógico. Barcelona, Editorial Graó) cuando plantea que nuestro trabajo es un trabajo de traductores: facilitar que dos personas, grupos o instituciones puedan integrar unos el código de los otros. Me ayuda ante mi trabajo cotidiano pensar en la acción orientadora como un ejercicio de traducción. De interpretación diría yo. Comunicación es aprendizaje y desarrollo. Me conformaría con constituir una posición de “amigo crítico” con nuestros alumnos, sus familias y los integrantes de los centros en los que trabajamos para ayudar a realizar esa labor de traducción (elaboración, reestructuración, aprendizaje, cambio…) que permita ajustarse y responder desde una adaptación activa (Pichon-Riviere, E. 2000: Psicología de la vida cotidiana. Buenos Aires, Editorial Nueva Visión). Y ahí está nuestro lugar, en lo individual y lo social. Un lugar por el que trabajar en las instituciones, desde donde poder pensar y hacer.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

¿Educar en Redes Sociales?

En febrero de 2009 participé en una actividad propuesta por la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid sobre las Redes Sociales en Internet. Trabajé en una sesión con alumnos de 4º de ESO interesados y curiosos, la gran mayoría con páginas personales en alguna de esas Redes. Esto dio pie a una profundización y a trabajos de asesoramiento y orientación con tutores de algunos centros educativos de Madrid. Posteriormente desarrollé para la CEAPA unos materiales para padres que se encuentran en fase de borrador. Hace unos días me encontré otra vez con alumnos de 4º de ESO trabajando con los mismos materiales audiovisuales que en febrero y la sensación es que su percepción ante sus usos de las Redes había cambiado.
Hace algo menos de 20 años Erick Fronberg organizó un sencillo recurso para prevenir los efectos no deseados del éxtasis, las pastillas que surgieron como una moda en algunos circuitos juveniles de Amsterdam. Un número de teléfono conectado a un sistema de reproducción que describía los efectos del MDMA, principio activo del éxtasis, y los diferenciaba de otras sustancias psicoactivas con efectos no deseados (otros derivados anfetamínicos, efedrina, cafeína…) relacionados con el corte y la sustitución de substancias que en ocasiones realizaban los productores y distribuidores. En pocos meses los usuarios de éxtasis realizaron una maniobra de ajuste sobre sus consumos: fueron selectivos y obligaron al mercado ilegal que los proveía a responder adecuadamente a sus demandas. Esto evitó un número importante de accidentes asociados con el consumo de estas pastillas y, en un sentido más amplio, impulsó un análisis sobre los modelos de intervención en el campo de la prevención de los problemas asociados al consumo de drogas. Considero que el efecto de la estrategia propuesta por Fronberg debió su éxito a la coincidencia de su dispositivo con las expectativas de muchos consumidores de éxtasis de utilizar estas sustancias con la clara intención de no encontrarse con sorpresas o efectos no deseados. El contestador activado sobre información de consumo satisfizo esta expectativa y se convirtió en un mecanismo de ajuste del mercado de estas sustancias.
Algo parecido me parece que ocurrió en estos meses ante las Redes Sociales en Internet. Mi impresión, tras las dos experiencias mencionadas es que los y las adolescentes las usan de una forma masiva y que no tienen la menor intención de exponerse a riesgos o dificultades innecesarios. El ajuste de los niveles de privacidad, la conciencia sobre los efectos de la exposición de información personal, la cautela ante terceros desconocidos… son cuestiones que parecen claras y que remiten a posiciones de cuidado personal. Otra cosa es que los adultos debamos estar para ayudar. Algo de esto planteo en mi texto Redes Sociales y Adolescentes. Guía para padres y madres (si quieres acceder a la versión borrador pincha aquí:http://www.educa.madrid.org/cms_tools/files/ea0f3699-98f6-4d56-b2d0-32799d9b8ffd/RdScTxtA%20Blog.pdf ) y creo que es una función fundamental si bien exenta de heroicidades: se trata de ayudar para que los chicos y las chicas se cuiden ellos mismos.
Pienso en las autorregulaciones y en cómo Fronberg describió un sistema de autoajuste eficiente, lo que creo que ocurre actualmente con la información sobre los riesgos de las redes: ante una situación indeseada, los chicos y las chicas toman medidas.
Y pienso todo esto contradictoriamente con una de las noticias con las que me desperté esta mañana, efímera seguro, pero también claramente representativa de esta crisis “de valores” que nos anda vapuleando: la maniobra de General Motors para liquidar empleos (10.000) en Opel al negarse a vender la empresa a Magna una vez que recibió ayudas millonarias de los gobiernos europeos para propiciar esa transacción. Curioso esto del mercado y el papel de la transparencia en el intercambio.