martes, 12 de octubre de 2010

La función hace al órgano. Nuevas formas de exclusión social en educación

¿El hijo del obrero a la universidad?

El comienzo de curso ha incluido este año una serie de informaciones en diversos medios de comunicación que aludían a la necesidad de incrementar el número de alumnos de la formación profesional. Uno de los argumentos recurrentes para justificar esta cuestión es que nos sobran licenciados (ahora grados) y nos faltan técnicos cualificados, como si se tratara de impedir el acceso a los estudios superiores a chicos y chicas por la conveniencia de un mercado laboral tan impredecible como interesado a la hora de determinar la formación que requiere y lo que está dispuesto a pagar por ella. Podríamos hacer muchas lecturas de esta recomendación pero una nos surge en relieve: que la FP se convierta en un espacio formativo más generalizado a costa de recortar el número de chicos y chicas que acceden a la universidad. De otra manera, lo que habría que hacer, siguiendo estas recomendaciones es reconducir (orientar) a los potenciales interesados en la formación universitaria y plantearles que lo que tiene futuro y utilidad, lo que es más conveniente para ellos es dirigir sus pasos a formación más específica y práctica, consonante con las necesidades del mercado laboral. Mi pregunta aquí es ¿quiénes serían los que deberían desistir de llegar al grado o al master y escoger caminos más prácticos en lo formativo? Sin capacidad para responderla me asalta la inquietud de que la propuesta encierre un movimiento nada claro de segmentación social en el que aquellos más dotados (por disponer de recursos, oportunidades y apoyos económicos y sociales) sean los que “naturalmente” se encuentren destinados a la formación universitaria, mientras que los demás, vayan a hacer lo que parece más necesario socialmente reduciendo su potencial formativo y renunciando a sus propios intereses personales.

Otra cosa sería que lo que se plantee en las mesas, páginas y micrófonos de opinión es que nos empeñemos en conseguir que muchos de los chicos y chicas que ahora no finalizan su educación secundaria obligatoria o los que tras ella dejan de formarse que lo hagan adquiriendo competencias y titulaciones en los distintos niveles de la formación profesional. Se trata de subir el nivel formativo en nuestra sociedad, entre nuestros jóvenes, y no de bajarlo como parecería, por defecto, que se defiende desde demasiados foros de manera un tanto irreflexiva.

La escuela pública amenazada (una vez más, pero esta vez desde dentro)

Escribió Francisco Delgado en 1997 (La escuela púbica amenazada, Editorial Popular) sobre cómo el sistema educativo español respondía a una organización de tres clases de centros y alumnado: por un lado estaba el blindaje de las élites en los centros privados que perseguía perpetuar situaciones de privilegio educativo, económico y social. En un segundo nivel estaba la enseñanza concertada que permitía a las clases medias proteger su situación frente grupos que la amenazan desde la parte inferior de la pirámide social, y entienden la educación como un instrumento de promoción social para sus hijos e hijas. Por último la escuela pública quedaba para los demás, para grupos sociales en dificultad, para los inmigrantes menos integrados.

Ahora hemos conseguido construir una escuela excluyente dentro de la escuela pública al introducir como un criterio segregador el uso habitual de un idioma extranjero, lo que institucionalmente se conoce como centros bilingües. A través de esta iniciativa política hemos conseguido que se construya otra muralla social entre unos chicos y otros que va, posiblemente con importantes dificultades, a constituir comunidades con referentes, condiciones y expectativas distintas en un mismo centro educativo.

Una anécdota al respecto surge en un instituto del norte de Madrid, con sección en lengua francesa (se impartían en ese idioma materias como las matemáticas, las ciencias naturales o la tecnología). Trabajando en aulas de 2º de la ESO un profesor introdujo el uso del programa Power Point entre el alumnado y ocurrió que los integrantes de los grupos de la sección francesa disponían de un amplio conocimiento del uso del programa y los compañeros de los otros grupos no. Con estos últimos hubo que comenzar un periodo de formación en los usos básicos del mismo, con los primeros se pudo avanzar desde el primer momento con la propuesta pedagógica. Creemos que esta historia no solo se liga a la brecha digital, posiblemente represente la fractura social que se opera en la actualidad en esos centros que separan al alumnado por sus capacidades (en este caso por su habilidad para manejarse en lengua inglesa o francesa) y así están legitimando diferencias (de trato, de acceso a la educación, de posibilidades y expectativas futuras) que no obedecen a las características del estos chicos y chicas sino a sus condiciones económicas y sociales. Así nos vuelve una tradición educativa que va a reproducir diferencias y distancias en base al origen social y los actores educativos volvemos a alejarnos de formas de hacer educativas que se soporten en el desarrollo y el, tan aclamado, esfuerzo personal olvidándonos de la transformación y la equidad sociales que puede generar la acción educativa.

Desde esta perspectiva los modelos educativos bilingües (eufemismo cuando se piensa que sólo van a ser bilingües las personas y que los centros no hablan ni una nio dos lenguas) se han integrado en un modelo ideológico que basa su funcionamiento en la segregación y discriminación permanentes y en la que los recursos se brindan a los que más tienen con la justificación neoliberal de la rentabilidad. Estos presupuestos se justifican en que dar más a los más capaces va a producir un beneficio social mayor, sin detenerse a considerar cómo espera repartirse este beneficio. Pasamos del paradigma de la equidad, dar más a quien más lo necesita, al de la capitalización: obtener más desde el lugar en el que más se tiene.